El verano ya se está acabando y es posible que hayas pasado varias horas al sol poniéndote morena. Lo bueno es que tu piel seguramente lo habrá conseguido y, si has tomado las precauciones debidas, no tengas nada de qué preocuparte. Pero ahora bien, ¿y si no las has tomado? ¿Te has echado crema? ¿Has evitado las horas de mayor exposición al sol? ¿Te has quemado varias veces?
El sol es un buen nutriente para nuestro cuerpo, algo que nos hace eliminar la depresión y que ayuda a que se esté más contenta. Pero también puede ser un enemigo peligroso debido al cáncer de piel, un tipo de cáncer que es más fácil de padecer si no se tiene cuidado.
Una de las formas de saber si se tiene un cáncer de piel o no es a través de los lunares, algo que la mayoría de las personas tienen en su cuerpo. Los lunares suelen ser puntos redondeados, a veces con una forma poco definida, que, en principio, no deben cambiar su tamaño.
De hecho, uno de los síntomas del cáncer de piel son los lunares asimétricos, con bordes que no son redondeados y que además tienen cambios de color o tonalidad. Otro de los puntos claves es notar que ese lunar haya crecido.
En general el cáncer de piel afecta a las personas menores de 40 años (aunque eso no quiere decir que no pueda afectar a otro colectivo de edad) y es por eso que se recomienda evitar los rayos ultravioleta y usar protector solar ya sea que haya sol o esté nublado.