Sería difícil enumerar todas las consecuencias negativas de la crisis económica de España. Reducción de poder adquisitivo, destrucción de empleo o descenso del consumo son algunas de las más evidentes, pero junto a ellas, o como consecuencia de las mismas, hay otras que, aunque son menos evidentes, también son alarmantes.
En los últimos años, el consumo de ansiolíticos se ha disparado, desde que empezara la recesión el consumo de medicinas para controlar estados de depresión y ansiedad a aumentado en un 70%, y uno de cada tres españoles reconoce que se le han recetado este tipo de medicamentos, al menos, durante un periodo trimestral. El aumento de medicinas para controlar la ansiedad está asociado con países desarrollados.
Problemas relacionados con la situación laboral, afrontar pagos habituales o la constante información sobre la situación de la economía y sus efectos en la población son causas comunes de insomnio y o de crisis de ansiedad, y cada vez es más frecuente la prescripción de medicinas para combatirlos.
A pesar de que su venta está asociada a la recomendación de un médico y de que no se pueden conseguir sin receta médica, las autoridades médicas internacionales advierten de los peligros de un consumo excesivo de los mismos, y es que crean dependencia.
Los datos podrían resultar alarmantes, pero, de momento no hay motivo para alarmarse, ya que los informes indican que los pacientes no superan las dosis recomendadas, y que en la mayor parte de los casos, de hecho, son los propios pacientes lo que acortan el tratamiento prescrito por el doctor.