¿Te has preguntado alguna vez por qué una amiga pierde peso y tú, que haces todos los esfuerzos del mundo, no lo consigues? No es que sea sólo por el metabolismo, también hay otros factores que pueden influir y que, indirectamente, tú eres la mayor enemiga porque los potencias.
Y es que no pierdes peso por esto:
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Tienes una actitud negativa. Si estás a dieta y sólo piensas en lo que no puedes comer, además de que te dejas dominar por pensamientos negativos como: “no sirve de nada”, “si no voy a perder nada”, “si me estoy esforzando para nada” entonces, ¿cómo quieres perder? Las emociones están conectadas a la salud; si te sientes positiva, lucharás con más ganas, pero si tu estado de ánimo es negativo, al final picarás y abandonarás la dieta. Es posible que le eches la culpa a otros o que consideres que lo has hecho bien cuando es un autoengaño.
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No tienes metas. Necesitas unas metas a corto y medio plazo. Ya sabes a lo que quieres llegar pero, para hacerlo, antes hay que pasar por otros puntos. Así que ten en cuenta lo siguiente: fija una meta corta, con algún premio por lograrlo.
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Comes a deshoras. Una de las pautas para perder peso es el horario de la comida. Si te marcas una hora y comes a esas, sin saltarte ninguna ni comer en exceso, tu cuerpo te lo agradecerá porque a él le gusta la rutina (aunque a nosotros no).
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Estás obsesionada. ¿Cuántas veces te pesas? ¿Ves que un día subes y ya te desmoronas? Pues no. El peso seguirá su curso y tú, haga lo que haga diariamente, debes seguir luchando, así que olvídate de pesarte todos los días y empieza a hacerlo una vez a la semana (o, si puedes, cada dos semanas).