Cuando das a luz, lo que esperas es que tu hijo esté sano, que tenga las manos, los pies, la cara y todos los elementos en su sitio, que sea un bebé feliz y que no le pase nada. Pero, a veces, hay problemas y el síndrome de Down es uno de ellos. No quiere decir que ese bebé no pueda ser feliz, no quiere decir que vaya a ser un niño que sea inferior a otros. Es… diferente, pero sigue siendo tu hijo.
Un bebé con síndrome de Down es una persona como cualquier otra que necesita que sus padres lo cuiden y le den amor porque es el fruto de ellos. Y no, no es que se haya hecho algo mal, ni mucho menos, ni tampoco se puede culpar por ello, a veces ocurre y ya está.
Es necesario que, en esto, se pueda conseguir información y asesoramiento para darle al bebé los mejores cuidados que se pueda, para conseguir aportarle una calidad de vida adecuada. Eso sí, no es bueno que se le sobreproteja porque es capaz de aprender todo lo que se le enseña; lo único que necesitará es un poco más de paciencia y constancia para que lo haga. Pero eso no es problema nunca, tenemos mucho tiempo para conseguirlo.
Los niños, conforme crecen, se dan cuenta de sus diferencias, sobre todo cuando los demás se las recuerdan o echan en cara. Pero si lo haces sentir respetado y querido, podrás ayudarle a que esos comentarios no lo hieran o a saber reaccionar ante ellos de una forma adecuada.
Es normal que, al principio, la noticia haga que se tengan sentimientos contradictorios pero ten presente que, ese bebé que te dio patadas, que ha estado en tu vientre 9 meses, que has acunado, cantado, hablado con él o ella, es a quien tienes delante. Si ya lo querías cuando no sabías cómo era, ¿cómo vas a no quererlo ahora que lo ves? ¿Tanto te importa su físico o forma de ser?