Que tus hijos sean felices es algo que cualquier madre quiere, ¿a que sí? Pero a veces se actúa de una manera que hace que los niños no lo sean y se cometen errores, tanto madres primerizas como aquellas que tienen más hijos, debido a que no se educa bien.
Por eso, hoy te damos unas claves para que tus hijos sean felices.
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Las normas y límites son necesarios. Poner una norma o un límite en lo que puede y no puede hacer no es castigarle, es decirle que hay cosas que no puede hacer y que sepan qué se espera de ellos.
- El refuerzo como garantía de éxito. ¿Quieres que tu hijo sea feliz? Dile lo que hace bien y prémiale con ello. Esto no quiere decir que solo tengas que comprarle cosas y cosas cada vez que haga algo bien. Hay muchas formas de refuerzo positivo para que sepa que lo hace bien y que además sea feliz: mimos, caricias, pasar tiempo con él, abrazos… Todo eso hará que se sienta querido y verá que, haciendo las cosas bien, te pone contenta y él o ella es feliz.
- La importancia del modelo. Los niños se fijan mucho en los adultos. Así que hará cosas que tú haces y, si tú te sientes mal, triste, o eres una persona que no exterioriza sentimientos, él o ella tenderá a hacer lo mismo. Pórtate como quieras que él o ella se porte, no le enseñes lo que no quieres que haga (porque si te lo ve hacer a ti, pensará que no es malo).
- Evitar la fórmula «poli bueno, poli malo». Nada de poli bueno y poli malo. Los padres tienen que estar unidos en la educación de sus hijos, así que esa fórmula lo único que hace es que sepa a quién debe acudir para salirse con la suya.
- La educación en los valores. Hoy en día los valores se están perdiendo. No los olvides tú también y educa a tu hijo con ellos.
- La sobreprotección, uno de los grandes errores. Nunca sobreprotejas a un niño. Son más inseguros, tienen menos habilidades y a la larga serán infelices porque se sentirán diferentes de los demás. Déjale que salga, que tome sus decisiones. Tú estarás ahí si falla y lo reforzarás si tiene éxito. Pero no puedes tenerlo en una burbuja toda la vida porque necesita “vivir”.