Ksar Ghilane, se localiza fácilmente por lo concurrida que se encuentra en pleno día su pila de color esmeralda, esta maravillosa fuente solamente deja oír un murmullo bajo.
Este viejo cuartel francés, se concedió a los nómadas que se deseaban establecerse en los alrededores del palmeral. Fue plantado a comienzos de los años cincuenta, por un proyecto del Gobierno de Túnez y posteriormente de que los ingenieros franceses realizaran prospecciones petrolíferas que hicieron brotar el agua caliente, en vez de petróleo.
Actualmente, el Ksar Ghilane es una etapa imprescindible en el sur de Túnez, para todos los que quieran estar en contacto directo con el desierto.
Algunos viajeros solamente dedican una jornada, tal vez demasiado poco tiempo para contemplar la belleza del paraje y ver una puesta de sol como nunca o recorrer las dunas sobre un dromedario. Otros, en cambio parecen que no quieren abandonar el lugar y que ya han sucumbido a la seducción de las arenas rojizas.
Si bien, no hay que dudar en abandonar los márgenes dorados del desierto para entrar al palmeral. Al distanciarse de la fuente que forma, pese a su agua tibia, una bendición después de una jornada acalorada, atravesando los campamentos de tiendas, dónde los viajeros harán una pausa.
El camino de arena se incrusta entre dos hileras de tarays, repletas de frutos de color rosado, cercadas a cada lado por los canales de riego que corren desde la propia fuente. Te envolverá un silencio verdadero, solo alterado por el murmullo del agua y el canto de las numerosas aves rojas y amarillas, que vuelan de árbol en árbol.
El rebuzno de un asno, rompe la paz de este palmeral, dónde a cada paso descubrimos los campesinos trabajando en sus parcelas, cavando canales de riego nuevos o conduciendo los dromedarios hacia las áreas de sombra dónde pastan tranquilamente.
En un viaje a Túnez, no olvides visitar Ksar Ghilane, un lugar que nunca olvidarás en el desierto.