Muchas, muy varias y de lo más originales son las propuestas de marketing que todos hemos podido ver en los últimos tiempos en torno a los envases . Sin embargo, este que os contamos hoy es demasiado bueno como para pasarlo por alto. En este caso los envases protagonistas son botellas de cervezas y el objetivo consiste en convertirlos en material de construcción una vez consumidas.
Viene siendo algo así como botellines-ladrillo. Y lo más curioso es que no son algo nuevo, sino que los diseñó el arquitecto John Habraken en los años 60 siguiendo una idea de Alfred Henry Heineken, CEO de la compañía Heineken por aquellos años.
La idea surgió durante una visita de Freddy Heineken (así es como le llamaban) a algunos pises caribeños, en los que comprobó que muchos de los envases no eran reciclados y pensó que eso podría cambiar si se convertían en un material que podía ayudar a familias con pocos recursos a construir hogares.
Los botellines encajan a la perfección unos con otros gracias a su peculiar diseño y que los laterales están pensados para que el vidrio se adhiera con el cemento mortero.
Heineken llegó a fabricar 100.000 de estos envases en versiones de 350 y 500 mililitros. Sin embargo, sorprendentemente esta genial idea no sobrevivió y menos aún llegó a nuestros días, ya que según los test de mercado realizados, los consumidores preferían el botellín clásico de cerveza.
Teniendo en cuenta la situación actual y que la concienciación en mayor, quizá esta sería un excusa perfecta para consumir más cerveza y al mismo tiempo contribuir al reciclaje y el bienestar y calidad de vida de otros. Por ello, desde aquí le decimos a los señores de Heineken que ¡queremos de nuevo estos botellines!