Hay muchos niños que llevan desde pequeños un peluche que es su favorito, con el cual duermen, con el cual juegan, y es en definitiva un peluche que les acompaña, que les consuela y les da seguridad en la vida. Esto no quiere decir que estén faltos de cariño por parte de los padres ni tampoco que sean inseguros o inmaduros sino más bien el hecho de que son muy creativos y que necesitan tener algo cerca suyo que les haga sentirse bien, que les haga de protectores porque son algo más sensibles que los demás.
Normalmente la dependencia de un peluche suele acabar a partir de los tres o cuatro años de edad aunque puede ocurrir que se alargue más en el tiempo. No es malo salvo que se obsesionen con ese peluche.
Tú debes tener en cuenta que para él la apariencia no importa, es decir, que no le importa que tenga una oreja rota, un solo ojo, o esté muy sucio. Para él es un muñeco y lo quiere tal cual.
Si ves que está muy sucio puedes intentar explicarle a tu hijo que también las mascotas deben lavarse y puedes por ejemplo coger el peluche y, cuando esté bañándose el niño lavarlo al peluche de tal manera que cuando vaya a buscarlo se le diga que su peluche también ha querido bañarse.
Si tu hijo o hija es un poco despistado y temes que pierda el peluche con el consiguiente problema de perder su protección apunta en el mismo tu teléfono para que, si lo encuentran, te puedan llamar y pasar a recoger. Si aún así no ocurre te recomendaríamos que compraras dos y que fueras alternándolos para que no note el pequeño la diferencia entre uno y otro y se encariñe con los dos.