Cuando tu bebé nace y ves que tiene todo en su sitio, sientes un gran alivio porque no tiene nada raro y puedes considerar que está “bien formado”. Sin embargo, no acaba ahí todo pues, a lo largo de los meses, y los años, se pueden generar problemas o enfermedades que no se detectan cuando son pequeños. Una de ellas es el autismo.
El autismo es un problema de aislamiento del niño en su propio mundo haciendo que le resulte difícil mantener la atención y centrarse en algo específico. Sin embargo, según una investigación que se ha llevado a cabo, parece que hay, a partir de los seis meses, algunos signos que se pueden utilizar para saber si el niño puede ser autista o no.
Uno de esos síntomas es para con los ojos de los bebés. Según se establece en esta investigación, si a partir de los dos meses de edad se detecta una disminución de atención en los ojos (no sigue con la mirada a las personas, o no le importa lo que ocurre a su alrededor) puede ser un síntoma de autismo aunque no en todos los casos va a ocurrir (tampoco hay que alarmarse).
Lo que sí se puede observar es que interaccionar con el entorno es algo muy importante que hacen los niños a cualquier edad y, si durante los primeros meses, esa interacción no se produce de manera normal, quizás podría ser una de las claves que permita a los profesionales actuar con celeridad para que mejore la calidad de vida de niños con autismo.