La buena forma aeróbica está directamente relacionada con la eficiencia con la que nuestro cuerpo es capaz de tomar, distribuir y utilizar el oxígeno, y es que desde el punto de vista fisióligico, lo áerobico viene a significar, precisamente, «con presencia de oxígeno«. La energía que nuestro cuerpo quema procede de la oxidación de la grasa, un proceso que permite la contracción de los músculos y que produce el compuesto químico llamado adenosintrifosfato (ATP).
Por otro lado, la forma aeróbica se mejora mediante el ejercicio aeróbico, y las personas que poseen una buena forma pueden hacer jogging, andar, correr y nadar durante períodos más largos, con un mejor control de la respiración y con menos signos de cansancio. Otro de los principales beneficios del hecho de tener una buena forma aeróbica repercute en las actividades diarias, ya que las podremos realizar más fácilmente y sin fatigarnos demasiado.
Por ejemplo, si un día de nos hace tarde, podemos correr para coger el tren, o bien podremos rendir mejor en deportes que requieran una buena forma aeróbica, como el tenis o el fútbol. El ejercicio aeróbico puede, además, ayudarnos a perder peso, siempre y cuando lo combinemos con una dieta sana y baja en grasas. Por otro lado, también nos mejora la resistencia muscular y nos aumenta la masa ósea y los niveles de energía.
Entre los beneficios de tener una buena forma aeróbica a largo plazo podemos citar la prevención de las enfermedades del corazón, de la osteoporsis y de la hipertensión, así como la probabilidad de padecer diabetes en la tercera edad.