La Navidad, nos guste o no, está ligada a un sinfín de emociones: alegría, esperanza, solidaridad, entusiasmo, ilusión; pero también tristeza, soledad, miedo, nostalgia, angustia… Y las emociones opuestas son habituales.
Por todas esas emociones que provoca la Navidad, tanto en los que la adoran como en los que la odian, sumado al estrés inevitable provocado por yba creciente sociedad consumista que nos arrastra a sus hábitos, es importante saber cómo controlar el agobio y todas esas sensaciones, sentimientos y estados negativos que provocan estas fechas.
Sin ninguna duda, para evitar el estrés, la mejor alternativa es planificar las cosas con tiempo. Nada de dejar todo para el último día en el último momento. De esta manera no sólo ahorramos tiempo evitando largas colas y aglomeraciones; sino también dinero ya que muchos son los establecimientos que aprovechan los últimos días de la Navidad para subir los precios.
Y sobre todo, para que la Navidad no deje una marca negativa en nosotros, es importante mantener la ilusión y evitar otorgar gran importancia a los regalos y aspectos materialistas. Buscar un tiempo para la reflexión personal con el fin de curar heridas y reconstruir relaciones que no han ido del todo bien. Abrazar, sonreir, intentar hacer feliz a todo el que nos rodea ayuda a sobrellevar mejor y de una forma más positiva y agradable el caos de la Navidad.
El mejor anti estrés es, sin ninguna duda, buscar la paz con uno mismo. Y la mejor manera de lograrlo es proporcionar alegría y felicidad a los demás.